La Evolución: Morir y Renacer
“La verdadera vida sólo se alcanza aceptando la muerte”. Me llamó la atención esa frase en un libro que leía el otro día. Y como la evolución de los seres humanos y de todo lo que nos rodea es algo que me ha apasionado siempre y he dedicado gran parte de mi tiempo activo ( y también del ocioso) al tema, me puse a pensar, una vez más, en la cantidad de momentos en que morimos en la vida.
No me refiero a la muerte como el fin de la existencia como ser vivo. Sino la muerte que se repite a diario, a veces de manera tan evidente que no podemos dejar de darnos cuenta, otras tan furtiva o fugaz que no la percibimos. La muerte de una parte de nuestro ser que da paso al nacimiento de otra, avanzando en su transformación al mismo tiempo que incluye lo que siente que está muriendo.
Cada apertura a nuevas perspectivas y maneras de entender algo en el mundo implica que algo muere y algo nace adentro de nuestro ser, al igual que en todos los seres vivos. Cada cambio significa dejar morir una parte propia que nos ha acompañado por años. Nos aferramos a nuestros conceptos o modelos de como deben ser las cosas. También nos aferramos a las emociones y sensaciones que nos son agradables. Por momentos nos convencemos de que somos nuestros pensamientos, nuestras creencias y nuestras sensaciones y emociones. Sin embargo la transformación es inevitable, la evolución sigue su curso, queramos o no. Las cosas cambian a nuestro alrededor, las personas y las situaciones se presentan sin que tengamos a veces la posibilidad de elegirlas según quisiéramos. Un despido, un cambio de jefe, una enfermedad, un olvido de pagar una cuenta, un error de apreciación, un accidente... siempre existe ese inevitable momento en particular ante el cual la manera en que “sabemos” actuar ya no nos sirve. Nuestra creencia de como es algo o como se debe hacer ya no aplica. Ha llegado el momento de una necesaria (“pequeña o gran”) transformación en nuestra vida.
Soltar nuestras creencias y, desde ellas, algunos hábitos o mecanismos de reaccionar y relacionarnos con otros, en particular aquellos que nos han servido para sobrevivir a momentos duros o los que han resultado en pasarlo muy bien, puede resultar difícil y doloroso. Sin embargo internamente sabemos que una parte de nuestro ser debe necesariamente morir para dejar paso al nacimiento de algo nuevo, o el sufrimiento continuará o aumentará. Lo que toca entonces es soltar lo que ha sido, desanudar lo que nos atrapa y abrazarlo al mismo tiempo que nos adentramos en la nueva manera de ser y por lo tanto de hacer.
Lo que más me maravilla es que la evolución es inevitable. Seguiremos muriendo y renaciendo, desplegándonos, transformándonos, sin dejar de ser quien somos, sino que trascendiendo e incluyendo lo que hemos sido. Es la esencia divina de este glorioso Universo en que nos ha tocado existir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario