5/15/2009


La Vulnerabilidad fuente de Gran Fortaleza


Vivimos como si la vulnerabilidad no existiera o se pudiera evitar. Decimos - o nos dicen - cosas como: “Ten fuerza”, “Mantente firme”, “No pierdas tu ímpetu”; “Arriba el ánimo”, “No cejes en tu intento”. “No puedes flaquear”.
No nos gusta habitar la vulnerabilidad. Sin embargo, los seres humanos vivimos con la constante posibilidad de ser heridos física o moralmente. Estamos expuestos a diferentes instancias de posible muerte; la muerte física, la muerte social, la muerte como el término de una idea, de una etapa, de un proyecto.

Somos inevitablemente vulnerables.

En nuestro sentido común cotidiano, la necesidad de desarrollar fortalezas se hace más imperiosa en momentos de grandes cambios en la vida. En la vulnerabilidad “bajamos la guardia”, nos deshacemos de barreras y límites y nuestra fragilidad queda expuesta. Y eso no nos gusta. Hemos aprendido que lo bueno es ser fuertes, estar protegidos, tener resistencia y empuje.

Nos rehusamos a habitar la vulnerabilidad. Sin embargo, quedarse unos instantes en la vulnerabilidad nos ayuda a percibir y estar sensibles a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea; podemos escuchar el susurro interno que nos conecta con todo.

Estando en un estado vulnerable, bajando nuestros muros de defensa y diluyendo los límites con otros, entramos en un estado de una cierta inocencia desde donde podemos dejar fluir la fortaleza de nuestra más profunda pasión.

La paradoja es que al aceptar la vulnerabilidad en nuestras vidas damos lugar a una gran fortaleza; la autenticidad

Y… se nos abren las puertas para crear con otros, en el entusiasmo serio y en el fluir juguetón, liviano; recibiendo las señales, las personas, las ideas y los nuevos sentimientos que aparecen.

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